27 de enero de 2011

Siempre me han gustado las palabras.

Aunque es cierto eso de que las palabras se las lleva el viento (y yo también soy más partidaria de los hechos), hay palabras que salen tan de dentro, tan del fondo del alma, que ni un tornado podría moverlas. Eso es lo que le pasa a las mías, a mis palabras. Están aquí, inmóviles. Esperando a ser leídas. 
Con ellas he aprendido a saltar los charcos sin empaparme los pies, porque me han dado lo que la vida no ha sabido darme, ni siquiera las personas. Mis palabras me han permitido escribir en silencio lo que mi voz no era capaz de gritar, lo que mis ojos ya no podían llorar. Y así los días fueron desahogándome cada vez un poquito más, un poquito más, hasta llegar a hoy. Al día en el que lo único que revolotea por mi cabeza es la sonrisa de ese chico que juega a volverme loca y unos cuantos millones de folios que acabo de hacer el intento de memorizar. Y nada más.
Porque las palabras también me han enseñado que si los días son demasiado largos, pues se saltan de dos en dos, y punto. Y no pasa nada. Si será por días en esta vida... y si de repente la suerte nos juega una mala pasada y la nostalgia escuece más de la cuenta, existe la música, las amigas, el teléfono para llamar a mamá y, en última instancia (o primera), también existe la bebida. Que si frío, otra capa de ropa para el cuerpo. Si hambre, un bocata de jamón. ¿Dolor de cabeza insoportable? Ibuprofeno. Si duele otra cosa, pues se llora. Que tampoco pasa nada. Y ya mañana, o pasado, dejará de doler. Y así continuamos por el camino, pasitos hacia delante y de vez en cuando, de cuando en vez, también alguno hacia atrás. Que también son necesarios para avanzar. Para aprender. Y si te pasan demasiadas cosas y quieres contarlas todas a la vez. Sin prisa, con calma. Para eso existen las palabras. 
El mejor consejo que me han dado nunca, seguramente esa persona no lo sepa, y más seguramente se sorprenda al leerse aquí. Pero lo más mejor que me han dicho nunca es que escribiera para mí, y por mí. 
Y eso hice. Eso hago.
Por eso hoy, que me apetece escribir sobre tantas cosas, opto por no escribir sobre ninguna y, simplemente, decir que me gustan las palabras. Las palabras son bonitas y feas pero no hay dos palabras iguales. Y lo mejor de ellas, es que nunca mueren. Por lo tanto puedes volver a leerlas siempre que quieras. Y así llegar a comprender que la vida es esto, y ya está.
Es aquí y ahora, y nunca más.
Y para llegar a ser feliz, 
primero tienes que atreverte a serlo. 
Y yo conozco personas que nunca se han atrevido. Que nunca lo han sido. 

4 comentarios:

  1. Al día en el que lo único que revolotea por mi cabeza es la sonrisa de ese chico que juega a volverme loca y unos cuantos millones de folios que acabo de hacer el intento de memorizar. Y nada más.




    ains mi chica de ayer (L)
    como la quiero yo.
    vamos per! nosotras podemos! conseguir que esos grandes de tacos se queden en nuestra cabeza, y a P.1 y a P.2! :)

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  2. Que bonito! Pero todo se pasa.
    Besitos!

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  3. Yo, como me apunto hasta a un bombardeo (de los bonitos llenos de sonrisas), me apunto sin pensarlo a lo de ser feliz, y creo que empiezo a conseguirlo!

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  4. Me encantaaaa!!!:D
    Te sigooooo (: http://ilovemehearts.blogspot.com/

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