30 de marzo de 2013

todo es viejo menos tú

Me dijeron que había un dios que todo lo veía
aunque después acepté mejor llamarle karma,
y que si no creías en él tenías que creer en algo
(y que mejor que creer en uno mismo),
que duele la primera vez que haces el amor
que duele perder y duele doler,
pero luego el amor duele más, y al final
lo primero
acaba siendo mero sobrevivir.

Me dijeron que besaría el polvo y también los pies de alguien,
que aprendería a escupir y a mentir
y que me escupirían y me mentirían y que
al final, la princesa nunca quiere convertir a la rana;
también que los que hablan de más luego callan
y los que callan son los que tienen algo que contar,
que las victorias no llenan si nadie las comparte contigo
y las derrotas, saben dulces si compartes el colchón.

Me dijeron que el frío tiene más que ver con la distancia
que con enero, y que la distancia
es eso que pasa entre dos personas cuando se miran
y ya no se ven,
pero que también puedes derretirte de calor en pleno invierno;
que crecer depende de lo que aprendas con los golpes,
que de una piel sin cicatrices no te debes fiar
y que el tamaño de tu valía se mide
por las huellas que vas dejando en otras vidas...

que esas vidas, y la tuya misma
se mueven por los latigazos de lo inesperado
nunca de lo pactado;
y que a veces cuando pierdes ganas el doble
y a veces cuando ganas, pierdes la mitad.

En todo tenían razón;

pero lo que nadie me contó
es que cuando a este dos se le pegara detrás un uno,
después de dos ciudades, cuatro camas y mil
heridas, el mundo
cansado de buscar la puerta de salida,
cansado de esperar el 'clic' que no llegaba nunca,
me concedería el capricho de descansar justo en tu puerta
y serías tú, vestido de gigante,
el que me elevaría hasta el cielo para concederme
un baile con las estrellas.

Tal vez porque eres la única persona que tiene alas
y eso tampoco lo sabían.

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