13 de enero de 2011

Todos temblando;

A M. siempre le han gustado los peluches. Cuando era pequeña, tenía millones. Tantos, tantos... que se le planteó un problema: no podía dormir con todos a la vez. Y tampoco podía hacerlos con unos, y con otros no. Tenía miedo de que se pusieran celosos, le montaran un motín y decidieran abandonarla. Después de mucho discurrir, su imaginativa mente infantil halló la solución: dormiría cada noche con un peluche. Así ninguno podría enfadarse ni abandonarla, porque todos compartirían cama con ella al menos, una vez al mes. 
(...)
Ahora ha pasado el tiempo, y M. no es tan pequeña. Pero ha descubierto que por mucho tiempo que pase, algunos problemas siguen teniendo las mismas soluciones. 
Así que ha rescatado su vieja táctica.
Cambiando los peluches por los hombres, claro.

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