28 de noviembre de 2010

Morriña.

"Aprende a entender a tus padres, será tarde cuando ellos ya no estén. Llévate bien con tus hermanos, son el mejor vínculo con tu pasado y probablemente... serán ellos los que te acompañen en el futuro. Entiende que los amigos vienen y van, pero hay un puñado de ellos que deberás conservar con mucho cariño. 
Esfuérzate en no desvincularte de algunos lugares y costumbres, porque cuanto más pase el tiempo, más necesitarás a las personas que conociste cuando eras joven."

Los domingos son tristes, meláncolicos. Domingos grises. Aunque todo en tu vida vaya bien, es imposible que un domingo no te ponga nostálgico... Este domingo, M. lo ha invertido en echar de menos. En disfrutar y saborear ese sentimiento que sólo puede entender alguien que viene de la misma tierra que ella. Morriña. Saudade. Dos palabras preciosas; precioso es escucharlas, y precioso es sentirlas.
Hoy M. tiene morriña de su casa, de su tierra, de su gente. Y le gustaría haberse refugiado del frío de este domingo frío (¡y tan frío!) en el bar verde que hace esquina, delante de un café doble con mucho azúcar. Pero no ha podido ser, y no pasa nada. Ya no pasa nada. Echar de menos no duele, ya no. Echar de menos es algo bonito. Esa es una de las cosas que M. ha aprendido gracias a Madrid, gracias a la distancia.
Las relaciones (con tu padre, tu hermano, tu novio/a, tu perro o tu amigo), si son verdaderas, aguantarán todo lo que les echen. No importan lo kilómetros, ni la distancia, ni el tiempo que pase... si quieres de verdad, si te quieren de verdad, sólo se harán más fuertes. Cuando estás lejos de todo a lo que estabas acostumbrado, te das cuenta de que... necesitas muchas cosas que siempre has tenido, y ahora no tienes. Están lejos. Y te das cuenta de lo poco que has dicho "te necesito" a las personas adecuadas, a las que de verdad necesitas... y que de verdad te necesitan. Y no se lo has dicho, no porque no lo sientas... si no porque, a nadie le parece correcto perder el tiempo diciendo cosas que se dan por hecho. Hoy M. necesita muchas cosas que nunca antes había valorado (a papá tocando con la guitarra lachicadeayer, a mamá durmiendo en el sofá, un café en el bar verde con sus amigas, una pelea con su hermano, las sonrisas de sus abuelos, y la comida... el mar que se ve desde la ventana de su salón), y ha dejado de necesitar aquellas que sólo le hacían llorar. Lo que pensaba que era lo mejor, resultó ser lo peor. Y aún así, gracias a eso ahora valora lo que vale la pena valorar. Y echa de menos a quien se lo merece. Y quiere a quien le ha demostrado que la quiere. Y... y... y... tiene ganas de ir a casa, despedirse unos días del caótico caos de Madrid, respirar aire puro, escuchar acento gallego... ¡MORRIÑA! Eso es lo que le ha dejado este domingo que sólo estaba de paso.

 ... Y también ha aprendido, que abrazar después de meses a esas personas que están esperándote, y a las que tú has esperado, es una de las cosas más maravillosas de la vida. Y quien no lo ha probado nunca... nunca sabrá valorar realmente un abrazo

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