7 de enero de 2011

Sin título.

Buscando inconsciente pero desesperadamente por todas las esquinas de esta ciudad las sobras de un amor pisoteado por los años. Roto por los daños. Con las palabras no dichas quemándose en la garganta, y las dichas de más, quemando los oídos. Taladrando la cabeza. Las aceras esta vez estaban más tristes que nunca, puede que algunos de los transeúntes pensaran que era por la lluvia, pero M. sabía que aquello tenía un motivo más dramático. Recordó el día en el que se rompió en mil pedazos como un vaso cayendo al suelo. Siempre hay algún pedazo que se queda debajo de la alfombra. Siempre. Mientras camina, desaparece por momentos y se hace parte del aire, que la abraza porque no tiene otra cosa que hacer. Y así, pasito a pasito, va desandando lo andado, desavanzando, desgarrándose por momentos.  Con las manos llenas de nada, y los ojos secos porque ya no quedan motivos por los que llorar. Tiene ganas de sentarse frente al mar, pero la última vez que estuvo ante este mar hizo una promesa. Y todavía no la ha cumplido. 
Tiene ganas de encontrar ese portal entre todo esto lleno de nada, y volver allí. Sólo que esta vez sin sonrisa, ni ganas. Y sería la sorpresa más triste que se daría nunca en la historia de las sorpresas. Echa de menos los días en los que parecía que iba a estallar de felicidad. Ahora también está a punto de estallar, pero por motivo distinto. El caso es estallar, y punto. Ojala lo hiciera de una vez, y se acabara así esta angustia que recorre su cuerpo, esta sensación de haber perdido algo y no saber qué. El buscar y no encontrar. Una cosa es desenamorarse, dejar de querer. Otra cosa es olvidar, dejar de recordar. ¿Cómo se puede olvidar algo que se ha sentido tan dentro? Tan hasta el fondo de su alma. Se encuentra perdida entre calles que huelen a mentira. ¿Es así cómo se siente alguien que ha fracasado? Esperando ser vista y hacerse invisible a la par. Mendigando un poco de cariño por los rincones, por la barra de este bar que no es verde. Que no es casa. Y estos brazos tampoco son los brazos que quiere, pero la agarran fuerte y se siente protegida, por esta noche nada más. Besos amargos que saben a yotambiénintentoescapar. Porque todos tenemos algo de lo que escapar. Algo que olvidar. El frío ha vuelto de repente, y nadie quiere morir congelado. Nadie quiere estar solo, y menos en Enero. Aunque después, por la mañana, recuerde que la resaca de amor es peor que la de vozka. Y que las caricias de unas manos extrañas no ayudan a olvidar que un día, en este mismo lugar, hubo unas manos que la hicieron subir hasta el infinito. 

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