31 de diciembre de 2010

Carta del 2010 a M.

Querida M.:
Te fuiste. Y aprendiste a estar lejos, a estar sola. Aprendiste a echar de menos. El significado de la palabra distancia y como duelen cada una de sus letras. Aprendiste lo que es estar triste, y ser triste. Lo que es llamar sólo para escuchar una voz, cogerse autobuses sólo para ver unos ojos. Al principio con la ilusión de una niña la noche de Reyes; al final… con el corazón roto como si esa misma niña, hubiera descubierto a sus padres esa noche poniendo regalos debajo del árbol. Aprendiste lo que es el miedo a perder a alguien, y lo que es el miedo después de haberlo perdido. Llorar ya sabías, pero aprendiste a esconderte para hacerlo, y a sonreír cuando no te apetecía. Aprendiste lo que es el amor, y también el desamor. Un corazón roto. Y deseaste con todas tus fuerzas que el mundo se parase para que pudieras recomponerlo, pero eso no pasó. Y ahí fue cuando aprendiste a seguir adelante y a reconstruirte a la vez que caminabas. A hacerte fuerte. Te dejaste llevar por la rabia, pero aprendiste que quemar cuatro imágenes de papel no iba a ayudar a borrar las miles de imágenes guardadas en tu cabeza. Aprendiste a tragarte las ganas, las lágrimas, las palabras. Y que las cosas no siempre salen como queremos. Pensaste que escuchar “ya no te quiero” era lo más duro que te podía pasar, pero lo más duro fue el silencio que vino después. Y ahí aprendiste a odiar, y que odiar también duele. No sabías nadar, pero aprendiste a hacerlo porque no te querías ahogar. Y al llegar a este punto aprendiste que si tú no piensas en ti, nadie más vas a hacerlo. Entonces nadaste con más fuerza, y no te ahogaste. Que te dejen solo, al final es la mejor forma de llegar a conocerse a uno mismo; ahí fue cuando aprendiste a conocerte, a quererte, a cuidarte… y a no necesitar a nadie que lo hiciera por ti. Te caíste por lo menos una vez al mes desde Enero hasta Diciembre, pero aprendiste a levantarte. Y a cambiar la saliva por el alcohol para curar tus heridas; escuece más, pero también es más efectivo. Pensaste que nunca más podrías confiar en nadie, pero conociste a personas increíbles, y aprendiste a volver a confiar. Pensaste que nunca más nada te haría sonreír, que nunca más volverías a mirar a un chico, que nunca más podrías escuchar esa canción sin romper a llorar… pero aprendiste a hacer eso, y muchas más cosas, poco a poco. Desde el principio. Igual que se aprende a hablar o a andar. Aprendiste a disfrutar de las cosas pequeñas. Que hay amigas que son de verdad, y que como te quieren tus padres no te va a querer nadie. A olvidar todavía no has aprendido, pero sigues trabajando en ello. Y sé que algún día lo conseguirás. Por eso, ahora que me marcho, te escribo estas líneas. No podía irme sin decirte que estoy muy orgulloso de ti, que he visto como ha cambiado tu vida a lo largo de este año y que tú también has cambiado, pero sigues siendo la misma. Antes de desaparecer para siempre, necesitaba pedirte que cuando consigas aprender a olvidar, me olvides a mi también. No quiero que recuerdes algo como yo. Algo feo. Pero si quiero que aunque cambie tu vida, y cambies tu pelo, tu forma de vestir o de hablar, nunca te olvides de donde vienes ni quien eres. Nunca olvides que tu hogar está en ese pequeño trocito de tierra al lado del mar. Prométeme que nunca dejarás de aprender, de tus errores, y también de los errores de los demás. Que algún día también aprenderás a perdonar, que seguirás creciendo, y que nunca, NUNCA, borrarás de tu cara esa sonrisa. Porque aún te quedan muchas personas a las que enamorar con ella. 
Te deseo mucha suerte con este nuevo año que empieza. Estoy seguro de que te sorprenderá, y de que tú también sorprenderás al mundo. Te aseguro que vale la pena intentarlo, porque me ha dicho un pajarito que el 2011 no será un año feliz: será mejor.
Atentamente,
2010, el año que ha cambiado tu vida. 

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